Girardot, 28 mayo 2015
¡Qué recuerdos más gratos! ¡Qué tiempos afortunados hemos vivido con el progresivo desarrollo de la fórmula del centro comercial en España en los años 80 y 90! ¡Qué magia irradiaba cada nuevo centro que llegaba a una ciudad de tamaño medio!
Reencuentro con emoción contenida hoy estas sensaciones en las ciudades de tamaño medio en Colombia. Visité el Unicentro en Girardot, una ciudad de unos 80.000 habitantes al sur de Bogotá, recién inaugurado por Pedro Gómez, quizás el promotor de más solera del panorama nacional. Un centro grande, de 23.000 m2, bien ejecutado, con todas las facilidades y características de los centros de hoy. Y con una colección interesante de muchas de las cadenas de tiendas que van consiguiendo implantación nacional en el país.
Me explicaba el Gerente como los vecinos del municipio se acercaban con respeto, con asombro, a las instalaciones del centro. Cómo experimentaban, subían y bajaban de unas escaleras mecánicas que no habían visto nunca, cómo se asomaban a los escaparates, cómo se maravillaban con los materiales, la limpieza, la jardinería, como mostraban casi religioso respeto por un mundo nuevo lleno de sensaciones desconocidas, y que ahora, de la mano del nuevo centro comercial, acababan de ponerse al alcance de su mano, más suyas que nunca.
Se ha dicho siempre que cualquier promoción inmobiliaria es el resultado de muchos años de trabajo, de compromiso, de toma de riesgos por parte de un promotor. Pero lo singular del centro comercial es constatar cómo, desde día siguiente de la inauguración, el resultado de todo este esfuerzo se entrega a la población a la que va a dar servicio, y cómo ellos lo harán inmediatamente suyo, cuán propio lo van a llegar a sentir. Y en qué medida su éxito comercial futuro va a depender precisamente de esta apropiación. ¡Que satisfacción comprobar que el mecanismo se sigue repitiendo en los nuevos países, en las nuevas ciudades que se van incorporando a la fórmula!